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Cansada de llevar tanto pecado encima, Una monja se dirigió al padre de su parroquia para que este la confesara, al verla otra vez en su despacho sabía que eran pecados carnales y debían meter de nuevo el diablo al infierno. Pero el diablo no estaba listo, aunque el infierno estaba ardiendo por dentro. Entonces esta traviesa monja saca al supuesto diablo del pantalón del sacerdote, el cual era una polla muy apetecible para ella. Ansiosa comienza a chuparla, morderla y lamerle las bolas castas que la tenía. Ya se estaba colocando dura y ella se corría de tan solo imaginarla adentro. El cómo todo un profesional, abre las deliciosas puertas del infierno colocando a esta monja en el escritorio, el empujaba su polla poco a poco hasta llegar al fondo de tártaro para calmar a su demonio para que no la volviera atormentar mientras apretaba las voluminosas tetas de esta insaciable mujer. Ella se sentó sobre él y se movía de una forma aberrante, ya notaba que el padre mandaba el líquido que iba apagar y saciar ese ardiente infierno, ya ella se estaba sintiendo satisfecha solo esperaba que la bañara en leche. Y así fue, recibió el perdón y cada vez que volviera a sentir culpa tendría que dirigirse a este sádico padre.