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El padre Damián ha sido trasladado a un nuevo convento, en este lugar se encontraba una peculiar monja que era adicta al pecado carnal, no podía pasar un día sin que ella disfrutara del sexo o con alguna especie de consolador se estimulara su apreciado coño hasta conseguir severos orgasmos. Damián recibe a la hermana Sor María en su alcoba, ambos estaban deseosos por besarse, lee un pasaje bíblico acerca que los hombres deben disfrutar de las mujeres y con esto rompe el hielo de la situación. Él le besa el cuello y la boca para después estimular la vagina de esta monja con sus adoradas manos, ambos degustaron previamente de sus partes íntimas, el con su lengua jugaba con el clítoris de esta mujer, mientras ella mordía el glande de aquel sacerdote. Sor María disfrutaba con gran placer de la menuda penetración que este hombre le estaba haciendo, su pene era mucho mejor que todos los objetos que ella se introducía, el empujaba con gran fuerza su pene causándole fuertes jadeos y gemidos a esta moja, ambos pudieron disfrutar de sexo explícito para terminar en la cara santa de esta monja. Desde esa noche estrecharon un lazo de lujuria causando una apasionada relación en secreto.